El sueño que construí con ITAM Construye

Abril 2019

Por: Sophia Alva

Después de casi dos años en nuestra institución como estudiante de tiempo completo, sentí la necesidad de hacer algo más allá de simplemente leer y estudiar todo el tiempo. Veía a mi alrededor una preocupación y estrés por estudiar más y obtener mejores calificaciones, pero no podía encontrar una motivación más allá de ésta para seguir esforzándome y dar lo mejor de mí. Fue entonces cuando conocí ITAM Construye.

Inicié como voluntaria de la organización, con el único objetivo de satisfacer mi curiosidad. Me bastó con un solo día para enamorarme completamente de un proyecto que me mostró una realidad del mundo muy diferente a la que tenía.

Comencé mi labor dentro de la organización en el programa de Club de Tareas; dando apoyo a las clases de inglés, español y matemáticas a niños de 5 a 8 años, algunos un poco más pequeños, los sábados en las instalaciones del ITAM. Dado que trabajaba con los niños más pequeños de primaria, era muy común que el mayor reto en el salón de clases fuera la lectura. Muchísimos niños a esa edad aún tenían problemas para leer, pero la cuestión estaba en hacerles entender cada letra y sonido y, sobre todo, ponerlos a practicar hasta el punto en que ellos mismos lograran pronunciar bien cada palabra. Y así transcurrieron las clases de Club de Tareas durante ese semestre.

Para el siguiente semestre, me tocó trabajar con niños de 9 a 12 años de edad. Mi labor continuó en apoyar en las clases de inglés, español y matemáticas. Todo ese semestre comenzó bastante bien hasta que comencé a involucrarme más con los niños que asistían a las clases. Grande fue mi sorpresa al darme cuenta que, aunque el número era menor, había todavía niños que no sabían leer o que no entendían lo que significaba una suma y, en especial, había un caso de un niño de 12 años que ni siquiera sabía escribir. Era preocupante saber que había niños de sexto de primaria que no sabían siquiera diferenciar las letras del abecedario.  Fue entonces, cuando me di cuenta que había una motivación más fuerte y real que simplemente obtener buenas calificaciones y ser el inteligente rompe-curvas de la clase.

Todos nosotros somos el futuro de un país que no está haciendo las cosas bien. Posiblemente millones de personas con historias diferentes dependerán de nuestras decisiones, entonces equivocarse tendrá un costo mucho mayor que aquel en donde solo repites la materia o la salvas en el final. Esa es la mejor lección que aprendí en ITAM Construye, y por eso hoy les puedo decir que, independiente de que la tengas que salvar o de que hayas roto la curva, tenemos que echarle ganas si queremos mejorar el mundo. En nosotros queda el sueño de poder vivir en un mundo mejor para todos.