Familia Constructora

Septiembre 2019

Por: Carina Herrera

Mi primer contacto con ITAM Construye fue durante mi segundo semestre en el ITAM cuando fui como voluntaria a una brigada de recuperación de espacios. Recuerdo que lo que más llamó mi atención ese día fue ver cómo alumnos, maestros y vecinos, todos con perfiles que podrían parecer completamente diferentes, se reunieron esa mañana con el mismo objetivo de ayudar y hacer algo por la comunidad.

Después de eso, comencé a ir los sábados de voluntaria a Club de Tareas, donde, en ese entonces, se daban clases de español, matemáticas e inglés a alumnos de primaria y secundaria. Siempre me ha gustado mucho pasar tiempo con niños, pero había algo en esos salones de PB que era completamente diferente. Ver cómo sábado a sábado llegaban los pequeños entusiasmados y motivados hizo que, sin darme cuenta, este pequeño proyecto fuera adueñándose cada vez más de una parte de mí.

Al término de ese semestre, tuve la oportunidad de comenzar a liberar mi servicio social como tutora de primaria alta. Debo admitir que en un inicio me dio un poco de miedo. Primero que nada, porque iba a estar a cargo de casi 50 niños pero, sobre todo, porque no sabía si iba a poder cumplir con las expectativas de todos ellos. Todo ese miedo despareció en el momento en el que entré al salón y uno de los alumnitos con el que había estado el semestre pasado se acercó y me dijo: “gracias maestra por seguir aquí.”

Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba viendo las cosas de una manera incorrecta: ITAM Construye no “ayuda” a los vecinos de la colonia Tizapán, porque eso significaría que únicamente nosotros aportamos algo; en ITAM Construye construimos comunidad, creamos una familia entre los itamitas y las personas de la colonia y, al final, es más lo que nosotros recibimos de ellos que lo que les podemos dar.

Las sonrisas de los niños, los agradecimientos de los papás, la emoción de los pequeños por aprender cosas nuevas y el ver cómo realmente aprovechan lo que nosotros podemos enseñarles; todo eso y más hacen que cada minuto valga la pena.

Cuando terminó mi año de servicio sentía que era muy pronto para decirle adiós a algo que me había dado tanto y, es por eso, por lo que decidí quedarme en la organización; primero, un año como directora de la Comisión de Medios y Difusión y, ahora, como parte del Consejo Especial.

Y, si hay algo que puedo decir después de estos dos años y medio de formar parte de esta gran familia es, simplemente, gracias. Gracias por abrirme los ojos, por ponerme a prueba, por hacerme ver que la realidad que vivimos no es la realidad de todos, por demostrarme que el verdadero cambio es posible y que se empieza con la realidad más próxima, pero, sobre todo, gracias por dejarme ser parte de ese cambio.

Sé que aún falta mucho por hacer, que la educación y las oportunidades en México están lejos del ideal, y es por eso mismo que tenemos que ir acercándonos poco a poco. Por más pequeños que creamos que son los pasos que estamos dando hay que recordar que nos están ayudando a llegar a la meta y basta con voltear un poco para darnos cuenta de todo lo que hemos recorrido y que estamos logrando el cambio.