Más allá de construir comunidad. Parte I

Agosto 2019

Por: Fabio Gaitán

Conforme pasan los años, tu figura se va a ir ligando inexorablemente a ciertas experiencias, quieras o no. En mi caso, esta experiencia se llama ITAM Construye, donde liberé mi servicio social y, posteriormente, serví como secretario hasta hace poco tiempo. Ahí, aprendí varias lecciones que creo que son de utilidad, en especial para aquellos que tengan en mente un proyecto de carácter social. Dividiré estas lecciones en dos rumbos: fortalezas y retos.

La primera fortaleza que tiene la organización, y que provocó en mí gran asombro, es que cuenta con una filosofía, la famosísima “construcción de comunidad”. Eso es esencial porque creo que, más allá de las causas nobles que pueden mover a un proyecto, una filosofía “organizativa” dota al proyecto de bases fuertes de identidad y de motivación que no solo lo hace diferente, sino que, también, lo protege del paso del tiempo y la adversidad.

No es sencillo formular tal base de valores, pero un proyecto con convicciones y argumentos puede hacer más que uno hueco con montañas de dinero.

La segunda fortaleza es que es constante. Al menos una vez a la semana –o hasta tres- los chavos van a dar clases a los niños, jóvenes o adultos de la comunidad de Tizapán. Y eso ha provocado que la organización tenga éxito en sus objetivos, tanto de números como de letras. Si de verdad quieres que la gente desarrolle una responsabilidad social, debes fomentarle una entrega persistente, que los involucre en el día a día de los demás –ya sea beneficiario o colaborador-, para que así se logre una verdadera empatía y sensibilización de la situación. Una labor social que solo suceda una vez al año o que no se impregna en la vida diaria de sus colaboradores y beneficiarios rara vez dejará semilla, y ejemplos sobran de ello.

La tercera fortaleza es su sencillez. Creo que el modelo ha funcionado, en gran medida, por eso y ha auspiciado que ya sea replicado en Coatzacoalcos. La simple propuesta de brindarle el coaching y la estructura a chavos interesados en aplicar su idea de desarrollo social –llámese clases de coro o brigadas de recuperación de espacios públicos- puede ser de gran incidencia. En este caso, el capital humano –los alumnos- y el capital físico –los centros comunitarios y el propio ITAM- ya estaban, solo bastaba redireccionarlos. No se llegó con una iniciativa de política pública de última generación que necesitará millones de pesos. A veces, como itamitas, tendemos a imaginar cosas demasiadas complicadas o técnicas, porque solo así su diseño podría ser de gran impacto. No obstante, como dice un amigo: incidencia se escribe con letras pequeñas y los resultados ahí están (400 personas beneficiadas constantemente con un derrame de externalidades positivas hacia nuestra H. Institución y su alumnado).

La cuarta fortaleza es su estructura. Han pasado cuatro años desde que se fundó la organización y hoy en día sigue sin perder ese dinamismo que la caracterizó desde su inicio. Los fundadores –Àngel, “Paco” y Luciano- ya no están con nosotros de forma presencial, pero sus enseñanzas siguen permeando a las nuevas generaciones. Esto es gracias a dos elementos: el círculo de veteranos y los estatutos. De estos dos elementos ahondaré más en el próximo artículo y será de especial interés para todos aquellos preocupados por el problema del relevo generacional (OEs, por ejemplo).

Nos vemos hasta la próxima.