BUSCÁBAMOS PERSONAS, NOS DIERON ALUMNOS

Octubre 23

Por: David Limones

«La más importante función de la sociedad es nombrar. […] La separación de la sociedad y el encierro en sí mismo pueden conducir a la pérdida de significado, a no nombrar, ‘que es la pesadilla que sumerge al individuo en un mundo de desorden, el sinsentido y la locura’…» (Berger 1967)

En días pasados, debatíamos esta lectura en clase. Nos cuestionábamos nuestra apatía frente a los problemas sociales. Nos preguntábamos si como estudiantes portadores de ideas estábamos devolviendo un poco de lo bien que hemos hecho en nuestra vida, que, básicamente, se resume en haber tenido la suerte para formar parte de una familia que nos pudiera proveer de la educación de la que ahora disfrutamos.

Este texto no fue escrito para sentir culpabilidad de sacar provecho de la oportunidad de estar en el ITAM. Es totalmente lo opuesto. Tenemos un deber social con nuestra comunidad que debe de ir más allá de las letras y los discursos que buscan más el bien-quedar que hacer y permear en la sociedad un cambio sustancial. Cargamos con el peso de que nuestros vecinos vean en nosotros solamente una externalidad negativa, porque el dinero no lo compra todo y no es justificación para ser una externalidad negativa para la Colonia Tizapán. Ni fue escrito este texto para unirse al compendio de los archivos históricos de la buena voluntad, porque de aquellos ya fue hecho un libro.

Este texto busca un lector que se motive a salir de la cotidianidad y así embarcarse en la aventura de resolver problemas sociales. La historia de nuestra participación social en el ITAM se resume a tener la esperanza de encontrar un milagro que resuelva nuestros problemas frente al exterior. Nos dedicamos a debatir entre nosotros por las posibles soluciones de los mismos, pero nadie se lanza a hacerlo realidad porque somos un grupo de hipócritas y apáticos.

Sal del aula. Conoce el exterior. La señora que vendió los tacos de canasta en el Día Tizapán tiene algo más que ofrecer que sus tacos, tiene vivencias, tiene experiencias, tiene capacidades que anhelan ser escuchadas y tomadas en cuenta para fomentar en nosotros, de manera implícita, una consciencia social que a gritos nos pide ser construida.

Es cierto, se nos exige mucho. Las materias en nuestra escuela están lo suficientemente caras como para no quererlas repetir. Tienen los suficientes contenidos como para mantenernos entretenidos todo el día, pero no estamos pidiendo imposibles. Le estoy pidiendo al futuro de México que haga algo más que solo formar máquinas para el mercado laboral. Nos hemos enfocado tanto en la excelencia académica que hemos dejado de lado la excelencia humana. Y por eso se convierte en un fastidio hacer una lectura concienzuda de Ideas y Problemas; por eso no vamos más allá de la discusión con una chela cuando podríamos estar pintando nuestras banquetas, barriendo calles, dando clases; porque hemos encontrado una manera muy cómoda de ser estudiantes mediocres, hemos hecho de la apatía el punto más importante en nuestra agenda estudiantil.

Existen en nuestra escuela proyectos de iniciativa estudiantil que nos acercan a la gente, que nos devuelven la humanidad, que brindan el espacio para poder descargar en algo concreto nuestro deber social. Súmate. Apoya. Colabora. Construye.

Las cosas no cambian si no cambiamos nosotros.