EL PROPÓSITO DE MI DANZA

Febrero 2020

Por: Federico Domínguez

Así como varios de los bailarines mexicanos, comencé a tomar clases de danza para bailar en los 15 años de mi hermana. En ese momento, empezó mi verdadero aprecio por la danza. Pasé por todo tipo de maestros y de estudios; desde estudios sin instalaciones adecuadas en el centro de la Ciudad de México, hasta estudios de primer nivel en el centro financiero de Singapur. Llegué a tomar clase con bailarines que apenas iniciaban su carrera, pero también entrené con coreógrafos y bailarines de Britney Spears, Lady Gaga y otras celebridades. Sin embargo, llegó un punto de estancamiento en mi historia dancística. Mantener un “buen” rendimiento en el ITAM y seguir mejorando dancísticamente, en mi caso, ya no era factible. Las diversas lesiones que había sufrido, junto con la creciente exigencia del ITAM, me impulsaron a dejar de bailar. No obstante, ¿qué iba a hacer con todo el conocimiento dancístico que acumulé a lo largo de los años? Ser bailarín profesional no estaba en mis planes, por lo que sentía que toda esa experiencia era, de alguna forma, poco útil. Cuando pensé que mi experiencia como bailarín ya no sería de utilidad alguna, llegó ITAM Construye.

Apliqué para liberar mi servicio social en la organización sin muchas expectativas; incluso estuve a punto de no aplicar para el programa de Danza Construye. Además de que nunca entrené para ser docente, quería deshacerme de la danza de una vez por todas, ya que recuperarme de una lesión cada vez era más complicado y tedioso. De igual manera, fui aceptado en DANCO para liberar mi servicio social, en donde tuve sentimientos encontrados al respecto. Sin embargo, conforme impartíamos las clases, tuve una revelación crucial; la danza y mis experiencias como bailarín al fin tenían un propósito mayor: ayudar a los demás.

Regresé a tomar clases, pero ahora con un objetivo diferente: buscaba adquirir todo el conocimiento posible para transmitirlo a mis alumnos. Dicho conocimiento incluye cómo ejecutar un calentamiento para no sufrir lesiones hasta cómo mejorar la seguridad y la autoestima mediante diversas coreografías. Quería darles lo mejor de mí y enseñarles todo lo bueno que la danza tiene que ofrecer (mejor condición física, mayor coordinación y más seguridad en uno mismo). No obstante, me importaba más que aprendieran otras cosas como lo es la posibilidad de alcanzar objetivos ambiciosos, al igual que una coreografía que parece imposible que puede salir excelente con mucha práctica y esfuerzo. También que cuatro meses de trabajo se esfuman en tres minutos bailando en un escenario antes de que uno se dé cuenta; todo momento del proceso debe disfrutarse. Lo que sucede en el salón de clases puede ser trascendental para los alumnos.

De esta forma, ITAM Construye le dio un propósito mayor a mi danza. Todo el esfuerzo y el tiempo invertido en clases ya no son en vano. Todos los años de entrenamiento y todas las lesiones valieron la pena desde el momento en que puedo ayudar a mis alumnos mediante la danza y valen más la pena cuando aprenden algo más que una coreografía o que un calentamiento. No me queda más que agradecer a la organización por otorgarle ese sentido humano que tanto hacía falta en mi carrera, en mi danza y en mí.